Sábado 18 de enero de 2016.
El CIE de la Zona Franca en estos momentos está vacío por reformas. No olvidemos que hay demasiados CIEs llenos.
Silencio, frío, oscuridad… son sensaciones que sentí al inicio de la oración ante el CIE de la Zona Franca. Seguramente son sensaciones que sienten todos los internos en un edificio de estas características. A éstas hay que añadir miedo, violencia, represión, opresión, sufrimiento, soledad… que las malas políticas gubernamentales hacen que incrementen su sufrimiento.
Paradójicamente, los seis testimonios de personas detenidas que se leyeron a lo largo de la oración, me mostraron que, a pesar de todo el sufrimiento, son personas que tienen una vida llena de sueños, esperanzas, proyectos, ilusiones, familia, trabajo. Personas con valores y objetivos que comparten la vida con otros… personas muy normales que ven como su vida se interrumpe por culpa del internamiento.
Las diferentes lecturas que nos leyeron: del Antiguo Testamento, del Libro Tipitaka (budismo), del Corán, de la Fe Bahai y del Evangelio conjuntamente con el encendido de velas y la oración del Padrenuestro hicieron que los sentimientos iniciales que tenía yo quedaran aparcados.
Y del mismo modo que al final de la oración se nos invitó a reflexionar sobre qué podemos hacer nosotros en nuestra vida diaria, en el trabajo, en las calles, en el vecindario, en los espacios de participación política… para que no se maltrate y oprima los inmigrantes… ¿Qué podemos hacer para acogerlos y que se respeten sus derechos y su dignidad? Yo también os invito a reflexionar. No nos quedemos de brazos cruzados. ¡Pasemos de la indignación a la acción!