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Señor, ¿vienes de compras conmigo?

febrer 09/Joan Andreu Parra/

[Oración que fue leída en el último encuentro de Navidad de la zona Besòs, es un fragmento de Señor, ¿vienes de compras conmigo?,  de Michel Quoist (Caminos de oración)]

Tengo que salir a hacer unas compras imprescindibles,

Pero una vez más lamento el tiempo que

empleo que me parece malgastado. 

¡Tiempo tiránico, 

Esposo impuesto, 

Compañero implacable

De mis días y de mis años, 

Que fracciona mi vida, 

Me empuja y me manda, 

Obligándome a correr, 

Él que corre tan aprisa! 

¿No soy su esclavo? 

Pero esta mañana, Señor,

Tú me avisaste recordándome

que estás aquí disponible, 

apacible, inmóvil. 

Entonces decidí dominar el tiempo, 

Tomarme tiempo, abandonar el coche

Y salir a pie. 

Y te dije,

Señor: 

¿Vienes de compras conmigo? 

Las hicimos juntos 

Y quiero agradecerte esta noche

el haberme acompañado, 

Porque he visto lo que sin ti ni siquiera

Habría entrevisto.

 

He visto la vida que corría a raudales 

Por las calles de mi barrio, 

Los coches circulando 

Y los conductores que se impacientaban,

La gente apresurada 

Y la que callejeaba. 

 

Y te decía: 

Mira, Señor, 

Mira a éste, mira a aquél, 

Diles que les quieres, 

díselo, 

viven sin saber que les acompañas 

paso a paso, 

cada día. 

Y a mí,

tú me prestabas, Señor,

tu mirada y les veía un

poco como tú, 

como tú los ves. 

 

A través de ti,

Les veía hermanos y hermanas, 

Llamados a decir juntos, un día: 

«Padre nuestro,

que estás en el cielo». 

En algunos momentos 

Ya no pensaba que tú estabas conmigo... 

 

La culpa no es mía, Señor, 

¡estás tan silencioso con frecuencia! 

Sabes que te lo reprocho, 

Porque me hace sufrir tanto... 

Pero afortunadamente ahora 

Estoy seguro de que los mayores amores 

No son los más clamorosos 

Y creo en tu amor. 

Al regresar a casa, 

había vencido al tiempo, 

no había perdido el tiempo,

Y tú estabas contento, 

Tú también, estoy seguro, 

Porque aunque hay

Sabios que dicen, Señor, 

Que para rezarte es preciso pararse, 

aislarse, ponerse de rodillas 

o estar bien firme, 

los brazos así y las manos allá, 

cerrar los ojos para verte mejor, 

los oídos para oírte mejor, 

y comenzar por... 

y seguir con... 

y terminar con... 

sin embargo,

olvidan decir,

 

Señor, que de vez en cuando

Es necesario salir a hacer las compras contigo, 

Y contemplar el mundo, 

Y contemplar a los hombres, 

Y contemplar la vida, 

Para acoger las alegrías

De todos y sus secretas penas, 

Y hacer que cargues con ellas, 

Tú que quieres cargar con los fardos más pesados 

Mientras que a nosotros nos dejas los paquetes más livianos. 

 

Señor, 

Que diste vista a los ciegos y oído a los sordos, 

Te lo suplico, una vez más, 

Ábreme los ojos, 

Ábreme los oídos, 

Porque con frecuencia me ronda la tentación

De cerrarlos, 

Y cuando salga de compras de cosas, 

contigo, haré mis compras para el corazón. 

Y al regresar

Volveré rico no de lo que haya comprado, 

Sino de lo que haya mirado, 

acogido, cargado. 

Al caer el día abriré mi bolso delante

De nuestro Padre para ofrecerle 

las compras de vida, 

 

y —perdóname, Señor—

si encuentro algunos frutos dañados, 

con los que me había encandilado

creyéndolos comestibles, 

te los daré a ti para que los quemes

en la hoguera de tu amor.