Advent a Cuba

[Aquest escrit, compartit per Julián Rigau de l’MTC-Cuba, és una reflexió d’Advent d’Adrian Martínez Cadiz publicat a Facebook, tota una lliçó de fe i esperança en una situació tan dificil com la que viuen a l’illa caribenya]


Adviento siempre ha sido tiempo de espera, pero hay esperas que duelen más que otras. La espera en Cuba (entre apagones, escasez, silencios, ausencias, colas y despedidas) tiene un peso distinto. Es una espera con el estómago, con los pies, con la memoria, con el alma. Y sin embargo, es precisamente a esa espera herida a la que Dios se atreve a entrar.

Porque el Adviento no se vive cuando todo está lleno, sino cuando todo parece vacío. Dios no escogió un palacio para nacer, sino un pesebre vacío. Y tal vez por eso este tiempo nos habla tan fuerte hoy: porque el pesebre vacío se parece demasiado a nuestros refrigeradores vacíos, a nuestras farmacias vacías, a las mesas de tantas familias. Se parece también a la soledad que llevan por dentro los que se quedaron y los que tuvieron que irse.
El Adviento es ese espacio donde uno reconoce su pobreza… y ahí, precisamente ahí, resuena la promesa.

Permíteme decirlo con una frase que llevo pensando todo el día sin saber cómo plasmarla:

«Un pesebre vacío y una cruz vacía: el primero grita que la Vida viene, la segunda que la Vida vence. Dos vacíos que están más llenos que cualquier plenitud.»

En eso se sostiene nuestra fe: en que Dios sabe hablar desde los vacíos. El pesebre vacío anuncia la llegada del Niño que cambiará la historia. La cruz vacía proclama la Resurrección de Aquel que venció para siempre a la muerte. Ambos vacíos, tan frágiles y silenciosos, son más poderosos que cualquier discurso, porque en ellos se esconde la fuerza de un Dios que no abandona.

Por eso, queridos compatriotas, aunque tu vida hoy parezca un Adviento interminable… no estás esperando en soledad. En tu mesa vacía, Dios te entiende. En tu miedo al mañana, Dios te abraza. En tus lágrimas, Dios te mira. En tu cansancio, Dios te sostiene. Él conoce de noches largas y de silencios profundos.

Y así, este Adviento en Cuba (un Adviento que a veces es más cruz que fiesta) puede convertirse también en un lugar de esperanza. Porque si el pesebre vacío anuncia que la Vida viene, entonces también nuestros vacíos pueden anunciar que algo nuevo se acerca. El Adviento nos dice que no esperemos de brazos cruzados, sino con el corazón despierto, con la certeza de que Dios entra por los huecos, se cuela por las grietas y hace nacer luz donde parecía imposible.

Cuba, tierra de heridas abiertas y de fe resistente: tu Adviento no será estéril. El Niño llegará. Y cuando llegue, traerá consigo la promesa de un pueblo renovado, de un amor más fuerte que la muerte, de una libertad que nadie podrá encerrar, de una alegría que no depende de lo que falte, sino de Aquel que vendrá a llenarlo todo.

Mientras tanto, abrazamos la espera.
Mientras tanto, cuidamos la llama pequeña.
Mientras tanto, confiamos.

Porque incluso ahora (sobre todo ahora) el pesebre vacío sigue gritando que la Vida viene.
Y la cruz vacía, que la Vida vence.

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